
Firmar una carta de renuncia sin manchar el papel. Escuchar un crujido y componer los huesos de un solo tirón. No mentir. Apretar los dientes frente a la nostalgia. No quejarse. No llorar ni en los rincones ni en los parques. Tomarse un helado. Avanzar porque sí, por inercia. No escudriñar en la memoria. Regalarse unos aros y un vestido. Decir en voz alta un nombre hasta no temblar al oírlo.
No preguntar por qué. No saber. Desterrar la forma condicional de todos los verbos. Reconciliarse con abril y con un día de fines de mayo. Tragarse la saliva y las palabras.
Aprender a silbar. No acariciar ausencias. Y, de pronto, descubrir que es posible respirar bajo el agua.
1 comentario:
Porque todo es contención, a veces sorprende encontrarse tan cómoda en la inmersión.
Siempre hemos sabido que puedes bucear. Me alegra que comiences a mover tus alitas acuáticas.
Te adoro, dientona.
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