martes, 27 de enero de 2009

Grosería


No podría decír qué era más, si tu esquizofrenia o mi ceguera.

Ahora que dices de mí que no fui más que un lazo corredizo, apenas un helado chupado, me quedo quieta para esquivar tus balas de saliva, a la hora en que mi día amanece.

Qué lindo hubieras sido si nadie te hubiera regalado, tan ensangrentado, el lenguaje.

Esto no es una venganza.

No me creerás.

Seguirás creyendo, con la nariz electrizada, que la alegría es una ofensa.

Debe ser que mi sonrisa indesmentible tiene feliz vocación de grosera.