viernes, 26 de septiembre de 2008

ID´s de Película: Francesca / Los Puentes de Madison


“Este tipo de certezas sólo se tiene una vez en la vida”
Robert Kincaid


¿Qué hacer cuando llegamos tarde? ¿Qué hacer cuando por fin se tiene esa certeza pero aparece en el momento equivocado?

“Por un momento no sabía dónde me encontraba. Y por un fugaz segundo se me cruzó por la mente que en realidad no me quería. Que le era fácil alejarse. Robert se inclinó como para tomar algo de guantera. Ocho días antes había hecho lo mismo y su mano me había rozado la pierna. Una semana antes yo estaba comprándome un vestido nuevo. Las palabras estaban dentro de mi: me equivoqué Robert,, me equivoqué al quedarme, pero no puedo irme, déjame explicarte otra vez por qué no me puedo marchar. Dime una vez más por qué debería marcharme. Oí cómo volvía su voz hacia mi: este tipo de certeza sólo se tiene una vez en la vida”.

jueves, 28 de agosto de 2008

IDs de Película: Beatrix (Kill Bill)


Esta es una ID en etapa de brazo armado. Pero tiene resabios conmovedores. Es una perra porque está obligada a serlo. Aun así, tiene minutos de auténtica ID, como este diálogo con Bill, en el que a pesar de toda la muerte intenta entender al tipo al que amó y que la dejó en coma luego de tratar de asesinarla. O la veta inconfundible de saber que tiene todas las razones del mundo para matarlo y, de todas maneras, sentirse una mala persona.

Tiene el mérito enorme de saber, eso sí, que no se puede ser boluda ayer, hoy y mañana.

En versión original y en español. (Traducción: Xi)

Beatrix Kiddo: Sabes? Hace cinco años, si yo hubiera tenido que hacer una lista de cosas imposibles, que jamás podrían pasar… tú, dándome el golpe de gracia, desalojando el caño en mi sien, habría estado en el primer lugar. Me habría equivocado, ¿no?

Bill: Perdona, ¿es una pregunta? De cosas imposibles que no podrían pasar jamás… sí, en ese caso, te habrías equivocado.

BK: Y?

B: (…) Me excedí.

BK: ¿Te excediste? ¿Esa es tu explicación?

B: No dije que me iba a explicar. Dije que iba a decirte la verdad. Pero si es demasiado críptico, seamos literales: soy un asesino. Soy un bastardo que mata. Lo sabes. Y romperle el corazón a un bastardo que mata tiene consecuencias. Tú experimentaste algunas. De verdad fue tan sorprendente mi reacción?

BK: Sí. Lo fue. ¿Podías hacer lo que hiciste? Claro que podías. Pero yo nunca pensé que tú harías, o pudieras hacerme a mí algo así.

B: De verdad lo siento, Kiddo, pero te equivocaste.

BK: Tú y yo tenemos asuntos inconclusos.

B: Niña, no estás bromeando, ¿eh?

(TRAS LA PELEA)

Bill: Pai Mei te enseñó la técnica cinco puntos para hacer explotar el corazón?

Beatrix Kiddo: Por supuesto.

B: ¿Por qué no me lo dijiste?

BK: No sé. Porque soy una mala persona.

B: No. No eres una mala persona. Eres una persona magnífica. Eres mi persona favorita. Pero de vez en cuando, puedes ser una verdadera perra.
¿Cómo me veo?

BK: Te ves listo.

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Beatrix Kiddo: You know, five years ago, if I had to make a list of impossible things that could never happen, you performing a coup de grâce on me by bustin' a cap in my crown...would've been rightat the top of the list. I'd have been wrong, wouldn't I?

Bill: I'm sorry, was that a question? Of impossible things that could never happen… yes, in this instance, you would've been wrong.

BK: Well?

B: (…) I overreacted.

BK: You overreacted? Is that your explanation?

B: I didn't say I was gonna explain myself. I said I was gonna tell you the truth. But if that's too cryptic, let's get literal. I'm a killer. I'm a murdering bastard. You know that. And there are consequences to breaking the heart of a murdering bastard. You experienced some of them. Was my reaction really that surprising?

BK: Yes. It was. Could you do what you did? Of course you could.But I never thought you would, or could, do that to me.

B: I'm really sorry, Kiddo, but you thought wrong.

BK: You and I have unfinished business.

B: Baby... you ain't kiddin'.

(AFTER THE FIGHT)

Bill: Pai Mei taught you the Five-Point-Palm Exploding-Heart Technique?


Beatrix Kiddo: 'Course he did.


B: Why didn't you tell me?


BK: I don't know. Because I'm a bad person.

B: No. You're not a bad person. You're a terrific person. You're my favorite person. But every once in a while you can be a real cunt.
How do I look?

lunes, 4 de agosto de 2008

IDs de Película: Adèle (La fille sur le Pont)


Siguiendo con la serie de Idiotas Desamparadas de película, hoy la más ID de todas. Extractos del monólogo de Adèle al inicio de La fille sur le pont, de Patrice Leconte. Un verdadero himno.

(En versión original y en español. Traducción: Xi)

Adèle:

(...) Siempre es así conmigo: comienza mal y termina peor. Jamás le acierto al número.

(...) La mala suerte no tiene explicación, eh... es como el oído musical, si quiere: se tiene o no se tiene.

¿Conoce los papeles en espiral, con pegamento, que atraen a las moscas? Así soy yo. Las historias horrendas, no hay ni una que me pase por el lado. Será que hay gente así, que hace de aspiradora, para aliviar un poco a los otros. Jamás le acierto al número. Todo lo que intento, fracasa. Todo lo que toco, se transforma en porquería.

(...) ¿Es gracioso, no? Como la gente puede parecer enamorada, sin estarlo para nada. Debe ser algo fácil de imitar.

Tal vez nunca he merecido algo mejor. Eso debe estar escrito en alguna parte, no sé dónde. Hay quienes están hechos para vivir gozando; yo no me he pasado un solo día de mi vida sin que me engañen. Todo lo que me han prometido, siempre me lo he creído. Y jamás he logrado nada: ni servir para algo, ni contar para alguien, ni ser feliz.

Cuando era pequeña, no tenía más que una idea: crecer. Quería que pasara más rápido. Pero ahora, no sé para qué sirvió todo eso... ya no lo sé. Hacerse más vieja...

Tengo la impresión de tener frente a mí algo como una sala de espera, en una estación, con bancos y corrientes de aire. Y tras el vidrio, cantidad de gente que pasa sin verme. Están apurados, toman trenes o taxis, tienen un sitio adonde ir o alguien con quien encontrarse. Y yo sigo sentada aquí: espero.

Psy: Espera qué, Adèle?

Adèle: Que me pase algo.
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Adèle:

(...) C'est toujours comme ça avec moi : ça commence mal et ça finit encore plus mal. Je tombe jamais sur le bon numéro.

(...) La poisse, ça s'explique pas, hein... C'est comme l'oreille musicale, si vous voulez: on l'a ou on l'a pas.

Vous savez les papiers collants qui attirent les mouches en spirale? Mais c'est moi craché. Les histoires moches, il n'y en a pas une qui me passe à côté. Faut croire qu'il y a des gens comme ça qui font aspirateur pour soulager un peu les autres. Je tombe jamais sur le bon numéro. Tout ce que j'essaye, ça rate. Tout ce que je touche, ça se transforme en vacherie.

(...) C'est marrant, hein? Comme les gents peuvent avoir l'air d'amoureux en l'étant pas du tout. Ça doit être quelque chose facil à imiter.

Peut-être que j'ai jamais mérité mieux. Ca doit être écrit quelque part, j'sais pas où. Y en a qui sont fait pour vivre en rigolant, moi j'ai jamais passé un seul jour de ma vie sans me faire avoir. Tout'ce qu'on m'a promis, j'ai toujours cru. Et j'ai jamais reussi à rien: ni à servir à
quelque chose, ni a conter pour quelqu'un, ni à être heureuse.

Quand j'étais petite, je n'avais qu'une seule idée: c'était de grandir. Je voulais que ça aille plus vite. Mais maintenant, je ne sais pas à quoi ça a servi tout ça... je sais plus. Devenir plus vieille...

Ce que j'ai devant moi, j'ai l'impresion que c'est comme une salle d'attente, dans une grande gare, avec de bancs et des courants d'air. Et derrière la vitre, des tas de gents qui passent sans me voir. Ils sont pressés, ils prennent des des trains ou des taxis, ils ont quelque part où
aller, quelqu'un à retrouver. Et moi je reste asisse là: j'attends.

Psy: Vous attendez quoi, Adèle?

Adèle: Que m'arrive quelque chose.







ID viendo primera escena de La Fille sur le Pont (Patrice Leconte)
Y en español (versión ibéricajj)

lunes, 12 de mayo de 2008

IDs de película: Cristina (Luna de Avellaneda)


Comienza, con este post, la serie "IDs de película", ya inaugurado informalmente con el personaje de Grace, de Dogville.

En la esperanza (idiota) de que no estamos solas en esta cruzada.

Hoy: Diálogo entre Amadeo y Cristina, de "Luna de Avellaneda", esa joya del argentino Juan José Campanella.

A: El amor no es un fosforito, querida, el amor no es joda. Y vos no te lo bancás, al amor.
C: Sí que me lo banco.
A: No, no te lo bancás.
C: Me lo rebanco.
A: A ver?
C: No.
A: Dale, Cristina, bancate el amor.
C: No, no, no, ya me lastimaron mucho, gracias.
A: Pero a mí me pasó lo mismo y no me importa.
C: Está bien, pero yo vengo baqueteada mal, Amadeo. En serio. Siempre elijo mal, viste? Y no se puede ser boluda ayer, hoy y mañana. Ayer, puede ser, seguramente. Hoy, no sé. Pero mañana no. Yo estoy tratando de rearmarme. Despacio, bien. Estoy tratando de tomar decisiones ra-cio-na-les, punto. Y no tiene nada que ver con vos. Yo quiero un tipo sólido, con un laburo, por ejemplo. Y la verdad es que yo te veo a vos, y vos estás acá, y el tipo que yo busco está allá. ¿Me entendés lo que te estoy diciendo? Yo no me quiero enganchar, ¿viste?, con la soledad del otro, ver qué pasa, de dónde te saco. Ya está, no quiero más ser madre. Quiero algo sano: quiero ser hija.
A: Haceme un favor: no me hablés nunca más. Y te metés las cerillas en el culo.

ID viendo esta escena de "Luna de Avellaneda"

martes, 22 de abril de 2008

Inventario con cicatriz


Hay ascensores que huelen a pintura fresca cuando es medianoche. Tazas de té caliente que hacen temblar. Hay estufas que no necesitas prender, y batas o toallas de las que no puedes despegarte si es abril. Hay baños que huelen a paraísos perdidos, o a palabras que una vez creíste oír. Hay balcones para suicidio de los que a veces no te quieres tirar más.

Hay escenas que disfrutas sólo si cierras los ojos, y verdades que nunca nadie te contó. Hay un pez anfibio en la frontera de un espejo, marcapáginas que importan más que sus libros, canciones que traen risas o lágrimas a colación.

Hay meses que vuelven como discos sucios, y olores que se parecen a un aneurisma cerebral. Hay hojas que se suicidan como lemmings, cuerpos en los que no necesitas un mapa para transitar.

Hay besos que regresan más rápido cuando huyen (el mundo es circular). Hay un aleph en una fosa nasal.

Hay copas azules en las que dejas de naufragar. Por fin.

El problema del corazón está en la nariz.

ID viendo Sur le pavé (Holden)

martes, 25 de marzo de 2008

Xi


Y eras un paisito convulso y hambriento, un territorio fragmentado, una grieta colmada de cadáveres. Y eras una vocecita entumecida, unos ojos escamosos, unos labios sin saliva. Y eras una mañana que apenas asomaba, una noche desolada, una sequía de belleza. Y eras una fragilidad en retirada, una ausencia de dulzura, una maraña de rasguños. Y eras un cuerpo estrujado, un desierto de latidos, un corazón hecho cicatriz. Hasta que la ternura supo que la llamabas y arrastrándose –la gusano quiere volar otra vez- te abrazó tibiecito. No pudo hablar, porque le habían arrancado la lengua; ni llevarte al sol, porque aprendió a desconfiar de la luz (una pupila la desolló). Ni siquiera pudo llorar contigo, porque no le quedaba llanto, ni risa, ni fe. Sólo se quedó ahí, tratando de aprender a respirar. Si logras verla -casi es invisible, más bien parece un eco- algo olvidado estalla en el pecho.

lunes, 17 de marzo de 2008

Carta abierta a la ternura que extravié


Por fin logro dar contigo. Perdona que te lo diga tan sin tacto, pero me tienes podrida. He intentado todos los modos de diálogo existentes, te he buscado en los sitios posibles y los imposibles, te he proyectado a los objetos más estúpidos del planeta y no eres capaz de quedarte conmigo un poco de tiempo, de darme algo, de decir 'acá estoy, dejemos que esta pendeja me bese los labios'.

No sé en qué momento te traicioné, en qué momento decidiste tratarme a patadas, y hacer de mí una criatura equívoca, húmeda o enrabiada, de mí que fui un día un cascabel, un pez con alas, la chica más querida del hombre más bello del mundo. No sé qué te molestó de lo que me dabas, de lo que yo te daba, de cómo te contuve, te enarbolé y te defendí.

Sabes perfectamente que tú y yo anduvimos perdidas en un mismo cuerpo, que iluminamos el insomnio conversando y que nos paseamos enamoradas por el otoño, aunque el miedo nos sacara la lengua allá adelante. Sabes también que cuando vino el derrumbe yo te tomé la mano, incluso si tuve que soltar la de la alegría, y que nos quedamos enganchadas al borde del precipicio, solas las dos, mirándonos de frente, todavía íntimas, yo todavía queriendo morir contigo si era preciso. Nos caímos con las manos unidas y, lo sabes bien, puse mi cuerpo abajo para que, si sólo una de las dos quedaba, fueras tú.

Y luego, cuando no pude caminar porque me quebré cada hueso del alma, te pedí que me esperaras un poco, que me dieras una pequeña tregua, que no me dejaras, pero que me dieras el espacio necesario para caminar, porque contigo al hombro no podía. No sé qué entendiste, no sé qué encontraste más allá, pero me gustaría que me lo dijeras, porque de ahí en más, las pocas veces en que te encontré estuviste opaca, recelosa, francamente evasiva.

Eras lo único que me iba quedando. Te lo dije, se lo dije a todo el mundo, incluso a mi soledad. Ahora estás en todos los sitios menos en mí, y no llegas, y voy mendigándote un poco de lo que me dabas, nada más un poco, para no sentirme tan asfixiada de vacío, para no sentirme tan seca de muerte, para no perder la risa ni los ojos, para no asesinarme los pies de espinas.

Te he visto casi nada últimamente. Ya no eres mi amiga, hace demasiado que no te tomo la mano. No me salvaste la vida y no me importa haber muerto salvándote. Pero ahora, que acuno una sonrisa lactante, ahora que en mis sueños siempre hay agua, ahora que acá adentro me late una isla con sol, ahora te pido, de verdad te pido, que vengas más seguido de visita. Para no inventarte en los discos de Chet Baker. En el té sin azúcar. En las cortinas de mi casa que se caen a pedazos. Porque pesar de todo, quiero creer que estás ahí, esperando saltar sobre mí, o conmigo. A pesar de todo te convoco y te espero. Tengo una habitación con tu nombre; si quisieras dormir conmigo, tanto mejor.

Si no vas a volver, agarra y dímelo. O ven a buscar las fotos de ti que todavía guardo en el cajón.

ID escuchando Pupila de águila (Violeta Parra y Alberto Zapicán)

Y también:
Son desangrado (Silvio Rodríguez)
Yo vengo a ofrecer mi corazón (Fito Páez)
Dale alegría a mi corazón (Fito Páez)
Victims (Boy George)

miércoles, 5 de marzo de 2008

A Me…


“Media Verónica está rota,
No tiene muchos años
Pero le hicieron daño”

Andrés Calamaro


Lo había intentado tantas veces que, aquella vez que parecía -definitivamente- la última, (más por cansancio que por verdadera resignación) se sentó y esperó a que sucediera. Estaba decidida pero eso no quitó que sintiera ardiente la mano ladrona que le arrancaba con furia su otra mitad. Sintió por su cuerpo los pasitos de ese delincuente que huía con su mitad de vida.

El tiempo de los intentos había pasado, y la había dejado tan despojada, tan quebrantada, y con tantos sueños incumplidos que ella misma ayudó a esa mano afilada a escarbar aún más adentro, y la ayudó a lanzar un corte certero justo ahí, cerquita del alma. “Para que rearmarme valga la pena”, susurraba.

Quedar así, de cortadita por la mitad, sería su nueva condición. No era que no lo supiera antes, pero ahora lo asumía. Intentó caminar con su nueva forma pero no logró sostenerse en pie. “Lentamente”, se decía y, y con dolores que recorrían desde su media cabeza hasta su medio pie, comenzó a incorporarse. Con cautela, con temor, con desconfianza.

A los primeros pasitos doloridos, se sumaban caminos más largos. Mientras ella, con la mitad de su ser, daba enteras las sonrisas que no podía dejar de regalar. Se acostumbraba a su nueva forma. Con el tiempo, había aprendido a bailar así, como mujer a medias, a caminar, a abrazar, pero su abrazo no era a medios sino entero porque de puro sincero y esperanzado no se rompía.

Claro que a veces extrañaba a su otra mitad. Le faltaba, pero la idiota y desperdigada, lo intentaba nuevamente. Se ponía de pie, porque descubrió un día que su otra parte no estaba donde ella siempre creyó, sino en otro lugar. Uno desconocido, extraño quizás lejano. Y con una sonrisa en su medio labio, caminó cortadita hacia su calle entera.

viernes, 29 de febrero de 2008

Fe (de erratas)


(Te lo diré en voz baja, para que nadie se espante ni levante pancartas: Todavía creo. Es cierto, ya no arriesgo la sangre ni me lanzo contra los trenes convencida de que podré frenarlos antes de ver mis tripas en los rieles. Tampoco quintuplico la apuesta –y no es porque reniegue de mi vocación de perdedora- ni desato a mi guionista interno para que el pobre imbécil eche a andar sueños como tranvías. Más aún, aprieto con vehemencia su mordaza y lo amenazo con lanzarlo al pozo árido donde me revolqué aterida, aterrada, enmudecida cuando un relámpago de certezas me pulverizó. Incluso torturo a ese niño tímido y me burlo de sus fantasías pendejas, de su ingenuidad torpe y trasnochada. Y pese a eso, todavía creo. Creo que ahí, en un rinconcito que nadie más ve, que se esconde tras toneladas de mierda, hay un vestigio de ternura. Creo que la memoria no me hace trampas y que puedo garantizar que a segundos fuiste lo que yo vi: una tibieza temblando, una palabra sin armas, una dulzura sin culpas. Aunque el tiempo me contradiga y firme sentencias condenatorias, aunque esa pizca de fe al desnudo sea una resaca pobre de una imaginación enfermiza. Ya ves, qué idiota, yo todavía creo)

lunes, 25 de febrero de 2008

Error de pronóstico


-No tengo miedo.
-¿Ni un poquito?
-Nada. Ni un gramo.
-Deberías…
-No. Soy inmune. Sólo me enamoro en invierno.

Luego hablamos nimiedades. Ya sabes. Por qué le temes a las hormigas -“Son como un ejército”, me adviertes- o por qué los puntos cardinales son un enigma para mí (nunca encuentro el norte). Hace frío. Llueve demasiado en el sur, y eso que es febrero.
-“Aquí siempre es invierno”, me dice cantadito un chilote. Entonces tiemblo y tú me miras con ojos de taladro. Ya es tarde para arrancar. Me quedo quietecita. Otra vez me equivoqué con el pronóstico.

miércoles, 20 de febrero de 2008

Inauguración

Como una gurisa. Dormirse muy tarde, con las mejillas adoloridas y en los ojos dos ranuras de luz. Reírse porque la bici duele. Oír la música del viento en los pendientes. Maullar sin sentido.

Sentarse a esperar al cartero.

Coleccionar palabras como un diccionario, tomarse toda la sopa del plato y pedir todavía un poco de helado, por favor. Sentir un alma pequeñita en el sitio donde antes sólo hubo un vacío y una cicatriz. Amistarse con las calles, las canciones, los poemas y el espejo. Creer en cuentos.

Ser pequeña y honda, como una gurisa.

ID escuchando Mi semilla (La Vela Puerca)

Y también:
Mimar voce (Caetano Veloso)
La gota de Rocío (Silvio Rodríguez)
Imagínate (Silvio Rodríguez)
Veranos de un sueño de invierno (Federico Wolf)
Salvapantallas (Jorge Drexler)

viernes, 8 de febrero de 2008

Contra los teléfonos




Le quedó sólo el tono pausado de su voz. La sorpresa que le causó aquella tarde, cuando después de meses rogaba, solapadamente, un último encuentro. No respondió a las expectativas. No se refugió en el rencor ni en la hostilidad. Se comportó como en el mejor de los casos. Hablaba, incluso, con un dejo de cariño (o con ese pasmo que no le permitió contestar de otra forma). Con ese sentimiento que hacía más de seis meses tuvo que aplacarncuando ella no sabía, cuando no estaba segura, cuando en medio de confusiones, tomó el bus que la alejaría para siempre.

Cuando decidió hacerlo estaba segura. Confiada, aunque siempre pensó en que si las cosas no se hubieran dado de ese modo amable, podría enfrentar mejor el desprecio que le lanzaba, certeramente, ahora. La llamada no fue incómoda, sí extraña, pero con esa rara estupefacción de lo que un día compartieron y, ahora, no les pertenece (algo que sintió con él, por primera vez, después de tanto tiempo).

Sonaba suave y ella resuelta (con esa fingida decisión con la que había aprendido a enfrentar la vida). Disimulaba los nervios con total entereza. Le cortó satisfecha, pues él se despidió prometiendo una llamada. Un encuentro.

Un encuentro al que no acudió y del que deshizo a través de un tercero. Ella, pasmada, escuchó la noticia. Aún recostada en su cama y con visiones borrosas sobre ese día que se venía demasiado largo. Sintió un nudo profundo en la garganta, en el estómago. Era el final que ya estaba escrito. Se sentó sobre su cama y pensó en su decisión de no verla, de no enfrentarla, de enterrar de una vez, y para siempre, todo lo que fue en un momento. De sacarla, de borrar el pasado, de olvidar que un día, la había conocido Así, tal cual ella, unos meses atrás.

Al recordar este episodio, sonrió. No le sorprendía. Miró las fotos, y entendió, sólo recién entendió que lo entendía.

martes, 29 de enero de 2008

No a las rueditas


El temblor que precede al derrumbe es una contraseña que abre siempre el mismo archivo, una especie de imán hacia la imagen que se repite y se repite cada vez que la apuesta falla o la estafa –obvia desde un comienzo- se consuma. Es como si no creciera ni un centímetro desde entonces.

Tengo siete años y voy por un camino de tierra. Todas las calles de mi pueblo son de polvo. No sé andar en bicicleta y no quiero rueditas. Odio las rueditas. Prefiero que alguien me sostenga, aunque ese alguien me suelte de pronto y entonces quede sola, pendiente abajo, muerta de susto, pero pedaleando. Y eso pasa.

El pendejo moquillento me empuja y yo, idiota, me inundo de una fe insólita. “Parada”, me dice y yo voy y me pongo pie. “¡Sin manos!” me grita y yo como una autómata suelto el manubrio y tropiezo cuatro veces antes de caer en una zanja, de frente. Maldigo y siento un sabor a tierra y a sangre en la garganta, mientras ese alguien ríe, arriba, ajeno, sin entender nada de nada. Me paro y me voy, con las rodillas rotas, la boca desecha y la promesa de nunca más. “Por pava te pasó”, vocifera el imbécil, pero yo no lo miro, ni siquiera lloro. Sólo camino, magullada, maltrecha.

Llego a casa y un estertor me sacude como una avalancha: no volveré a hacerlo, jamás, jamás o al menos me compraré esas putas ruedas de respaldo. Al día siguiente todo se me olvida de golpe, y saco la bici y él, tan cordial, se ofrece a enseñarme, y yo le digo “sí” conmovida, hasta que me caigo y todo empieza de nuevo.

ID escuchando Equilibrio Espiritual (Freddy Turbina)

jueves, 24 de enero de 2008

Grace


Despierto con Grace en los ojos: “Hay cosas que debe hacer una misma”, repito, y Grace me abraza. Tengo un dolor de piedra en el cuello y una campana que me revienta los tímpanos cuando me muevo. Igual camino, mientras Grace canta, desgarrándose, a Marianne Faithfull. Le sostengo una mano y ella me lanza un gruñido profundo: “Ya no, ya no”, me advierte.

Trago saliva y la empujo desde el balcón a la calle, desde Dogville al cemento. Caigo con ella.

Hay sol, uno pegajoso, quemante. Nos miramos, sumergidas en el mismo infierno. Grace lanza una carcajada como un quejido y yo la imito. No sé bien si reímos, sí tengo certeza de que ya no penamos.

Nos acomodamos la rabia en el pecho. Es nueva, está recién estrenada y sabe a leche agria. Nos bebemos la rabia de un sorbo y mis manos lánguidas se empuñan, mientras Grace me aplaude. “Ve”, me azuza. Avanzo dos pasos, me abro de un tajo el cuello y un líquido rosado envuelve mi garganta. Me aferro a los pies de Grace y ella me patea el rostro. Sólo entonces veo mi saliva roja, intensa, precisa. Le agradezco el regalo con un grito gutural.

Grace y yo nos maquillamos, nos dibujamos otra vez la cara, nos colmamos de leche agria. “Ve”, me dice, mientras ella baila sobre el cadáver de Tom, lo descuartiza, le pone la cabeza en la espalda, lo gira en 90 grados, lo vuelve a acomodar, le quita un pie, tira una costilla al río. Voy, me digo, mientras siento que mi cuerpo anémico se tensa, se reconstruye, se irriga denuevo. “Hay cosas que debe hacer una misma”, vocifero, mientras le coqueteo al que mataré, agazapada en su sombra, acumulando más rabia, rabia, malbenditarabia, salvadora rabia.

ID viendo La última escena de Dogville (en un acento fatal...), y escuchando Who will take your dreams away (Marianne Faithfull)

martes, 22 de enero de 2008

Vértigo


"¿Es que la proximidad puede producir vértigo?


Puede. Cuando el polo norte se aproxima al polo sur hasta llegar a tocarlo, la tierra desaparece y el hombre se encuentra en un vacío que hace que la cabeza le dé vueltas y se sienta atraído por la caída."

Milan Kundera

La luna llena como un ojo blanco y febril, sin párpados. La cortina descorrida, el viento caliente de una noche de verano a solas, las sábanas arrugadas en los pies. Y Daniel Boone al otro lado del mundo, cerrando sus ventanas por la tormenta de arena.

La rodilla todavía sangra de la última caída. Se toca y se estremece. Extiende el dedo, pero no llega al norte; por más que se estire, sigue siendo sur. Y cómo le jode. Una jartá. Un montón.

Si tuviera un ordenador en red, ya lo habría encendido. Aunque él duerma y no la sospeche, acá, lejos, insomniada, boquiabierta. Aunque ambos duden de la realidad del otro, y en la duda de él ella se cuestione también su propia existencia. Pero si fuera un fantasma cruzaría las pantallas. Estarían entonces los dos del mismo lado, no importa cuál, porque antes de saberlo ella lo habría besado.

La realidad es insobornable, piensa, mientras los dedos húmedos se le empiezan a llenar de arena.





Y también



miércoles, 9 de enero de 2008

Comprobación de tesis


Daniel Boone dice que lo peor es asumirse. Idiota por dos. Que entonces no cronopio. Lo dice con un tono tan dulce que me conmueve. Le explico que no hay contradicción, que voy regando el corazón como un surtidor, que confundo a los depredadores con animalitos de felpa. Él se ríe y apresta el fusil.

Daniel Boone me regala una canción. Me enamoro de él para demostrarle que tengo razón. Cuando admita que digo la verdad, hará con mi piel un sombrero. Guardará los ojos en un frasquito. Encenderá un Camel y sonreirá, sabiendo que no bromeo.

Y también:

jueves, 3 de enero de 2008

Los diez mandamientos ID


1) No amarás a los hombres que te amen
2) Te enamorarás del que más te duela
3) No aprenderás lecciones de ninguna historia
4) Siempre tendrás algo de qué arrepentirte
5) Asumirás tu condición y buscarás a otras ID como tú
6) Tirarás la suerte al viento cada vez que veas posibilidades de un nuevo suicidio
7) Te asumirás culpable de todo lo que no resultó
8) Llorarás tres veces tu peso en líquido con cada fracaso
9) Nunca dejarás de acoger sinceramente a otra ID
10) Te mentirás sin descanso

ID escuchando Petit Fille, ne crois pas (Antoine)

A modo de introducción...


Habría que consignar que el origen del club está en un libro blanco. Un libro blanco demasiado negro, que ella buscó por toda la ciudad hasta hallarlo en el sitio menos imaginable de todos. Adentro estaba la frase, y la retuvo, porque tenía la convicción de que era una de esas formulaciones que vuelven y vuelven, como los sueños en los que se llega tarde a un sitio muy importante.

Meses más tarde, cuando en todas las veredas se caía en pedazos de alma, encontró a otra igual de fragmentada. Le escribió la cita del libro blanco, y en ese momento, sin verbalizar, se fundó el club de las idiotas desamparadas. A X e I (fundadoras) se sumaría más tarde J y, mucho después (pero no con menos intensidad), C.

El club de las idiotas desamparadas suma gente, aunque la intención de las agrupadas sea siempre que no lleguen más. Los ritos son importantes: se juntan con nimiedades en los bolsillos o entre las pestañas, y las vacian en la mesa común. Entonces, todas las otras sacan sus martillos de la boca, y las rompen en mil, las examinan, las huelen, las escupen, las pesan, las microscópicamentemiran, las intercambian y las evaporan. A cambio, entregan citas de las más variadas, canciones terribles, comida sana o nociva, prospectos de venganza y recuerdos del futuro que no existirán.

Las idiotas desamparadas se juntan y logran que de la suma de lágrimas resulte risa. Es un raro fenómeno matemático emocional, uno de los oscuros consuelos que evocan cuando, de vuelta en casa, de la súma de lágrimas sólo consiguen líquido y una pequeña cantidad de sal.

Un requisito insoslayable en esta hermandad es mentir. No a las otras, sino a sí mismas. Mentir para sobrevivirse, creerse el espejo que con sus ojos dulces hacen las otras, confiar en la mejoría, en el progreso y jurar que no se piensa ya más en los protagonistas de los desamparos. Las otras, en este momento, respetarán la palabra de la mentirosa, y harán como que le creen, agregando trazos al diseño falso y apoyando las cada vez más idiotas decisiones por las que toda idiota desamparada transita.

Como los patos, las idiotas desamparadas avanzan en diagonal, y si hacen progresos individuales se ponen a la cabeza de la pena, y logran mover a las otras hacia posturas menos drásticas, sacar un cuchillo de una vena, rescatar una píldora en una garganta.

Cuando dejan de ser idiotas desamparadas, se embriagan con las otras y festejan por una larga noche. Luego la ex idiota desamparada las abraza a todas y se lleva consigo un pedacito de cada desamparo, para ayudar a llorar.