martes, 22 de enero de 2008

Vértigo


"¿Es que la proximidad puede producir vértigo?


Puede. Cuando el polo norte se aproxima al polo sur hasta llegar a tocarlo, la tierra desaparece y el hombre se encuentra en un vacío que hace que la cabeza le dé vueltas y se sienta atraído por la caída."

Milan Kundera

La luna llena como un ojo blanco y febril, sin párpados. La cortina descorrida, el viento caliente de una noche de verano a solas, las sábanas arrugadas en los pies. Y Daniel Boone al otro lado del mundo, cerrando sus ventanas por la tormenta de arena.

La rodilla todavía sangra de la última caída. Se toca y se estremece. Extiende el dedo, pero no llega al norte; por más que se estire, sigue siendo sur. Y cómo le jode. Una jartá. Un montón.

Si tuviera un ordenador en red, ya lo habría encendido. Aunque él duerma y no la sospeche, acá, lejos, insomniada, boquiabierta. Aunque ambos duden de la realidad del otro, y en la duda de él ella se cuestione también su propia existencia. Pero si fuera un fantasma cruzaría las pantallas. Estarían entonces los dos del mismo lado, no importa cuál, porque antes de saberlo ella lo habría besado.

La realidad es insobornable, piensa, mientras los dedos húmedos se le empiezan a llenar de arena.





Y también



2 comentarios:

Anónimo dijo...

Cronopia llegando simplemente...
paulaoyarzabal@gmail.com
besos

¡que alegría!

Anónimo dijo...

Daniel Boone acerca la mirilla del rifle a su rostro, pero le cuesta entender. Dolores antiguos restan firmeza a sus brazos, tristezas viejas.
Y vale la pena ampliarse, multiplicarse por dos o por cien, sacar de sus ojos el polvo de las últimas tormentas y el de las primeras, el que no le deja ver.
Nadie, ningún cazador, como él