lunes, 6 de abril de 2009

Confesión

A mi I

Ya lo sabes. Soy como los perros guachos: me voy con cualquiera que me haga un poco de cariño.

Me he pasado la mitad de la vida lamiendo heridas ajenas, ovillándome como una sombra después de un grito, gimiendo despacito.

Ya lo sabes: soy como los perros guachos.

No hace falta que digas "vete" otra vez.


ID escuchando Aviéntame (Café Tacuba)

sábado, 4 de abril de 2009

Soundtrack


“Te armo a retazos” confieso, mientras me desnudo y me escondo en palabras. “Como en The Truman Show”, te digo y tú sonríes. Hay tan poco que contar. Dos o tres escenas que rescato y repito para saber que sí existes en mi historia, en el subtexto donde el personaje piensa que puede volar. Sí, ya sabemos –para ser exacto sólo tu sabes porque mi idiotez me redime y no me salva- que el protagonista está loco y que en el siguiente capítulo saltará por la ventana y luego será apenas una manchita en el cemento.
Yo voy por el instante en que brilla antes de caer. Y entonces sí, tengo un par de imágenes que me pongo cuando la tristeza y yo nos tomamos un café y nos arrimamos al mismo miedo de “quizás ya no más”.
Mi bufanda cayendo mientras tú me besas y afuera un violinista –sí, uno de a de veras, no inventado- y adentro de mi boca tu lengua y más adentro mi certeza de que te quiero y de que quiero quererte, aunque me lo prohíbas. Tres viejitos que miran con cara de “qué bella calentura” y yo que pienso en recoger mi bufanda y en tu sexo, más en tu sexo que en mi bufanda. Siempre más en tu sexo.
Otra vez en que me abrazas mientras lloro por algo que no fue, y tú, sin entender, asumes que me duele el ayer cuando sólo me revienta el ahora, porque me muero porque esto sí sea, sin importar cómo sea. Tú caminando luego y yo siguiéndote con los ojos, sin saber si arrimarme o correr o gritarte que eres un imbécil y que puedes quedarte, que por favor te quedes.
Y una más, recién estrenada. A que te hará reír. En un lugar público-privado dos re conocidos (has como que te asombra) hablan de lo cotidiano (más de lo recomendable) y entonces el uno (eres tú, pero no lo diré) ofrece una mini palmera y la una (que soy yo, no le cuentes a nadie) dice no. A continuación el guión.
-¿Cómo no? No puedes rechazarme (¿al uno o a la galleta?)
-Sí, sí puedo. Pasa que aún no me decido a rechazarte (al uno y a la galleta)
-Mmmm...Pero entonces (el uno rompe la mini palmera, que, como es sabido, tiene forma de corazón. Ambos ríen)
-No sería solo mi culpa (medio en serio, medio en broma)
-¿Estás segura?
-Déjame un pedacito.

Después de eso, no mucho. Hay quienes aseguran –como tú- que todos los filmes buenos tienen finales tristes. No lo sé, pero tengo una banda sonora que me condena. Ahorita suena Johansen y yo canto desafinada y convencida: “Quien se canse de tus abrazos, no voy a ser yo”.