sábado, 6 de junio de 2009

Nudos


Ahora puedo hasta palparlo. Es un hueco diminuto entre mis pechos, apenitas un espacio, algo como un ojo sin pupila o una grieta. Hasta duele la piel que cubre esa sombra como cuando se presiona un golpe añejo y la carne late acompasada y quemante. Ahí está, y yo lo noto. Me dirán que es normal, que es el seno, pero no.
Podría poner tu mano sobre ese abismo y tal vez contarte cómo se formó. Relatarte el prontuario de silencios y de renuncias que fue cincelando este pequeño pozo negro.
Podría ir y escupirte un par de confesiones sin aspavientos, como quien hace inventario en una oficina: 30 lápices, 2 resmas de papel, 2 cajas de clips, 1 impresora, 1 scanner (Es esto nomás, tan básico que te espanta. Aquí ves, aquí, toca aquí, aquí te extraño. En este rinconcito. Tú dices que se puede querer sin piel. No es cierto. Toca ¿lo sientes? Yo necesito lengua y saliva, manoseo y penetración. Y ahí está. Vulgar, simple, absoluto. Entérate).
Podría también esperar a que ese agujero se cerrara o se tragara todas palabras que yo me trago. Podría esconderme ahí, en la perforación que no es más grande que una bala y que tiene sabor a pólvora. Arrimarme en ese desierto, mientras el sexo se reseca y las resacas en que tú estuviste se cubren de imprecisiones. ¿Dije lo que creo que dije? ¿De verdad temblabas en mi abrazo? ¿Hubo alguna vez un esbozo de un nosotros en tiempo presente?
¡Ah! El olor, el olor es lo único real de la memoria y sabemos (primera persona plural, qué ganas hablar así)que ni eso puedo traerme ya a la boca. Olerte, quisiera olerte como una perra en celo. Olfatear desde tu cuello a tu ingle, retroceder y volver al recorrido, desviarme a tu entrepierna, estrellar mi nariz contra tu sexo, avanzar o no. ¿Alguna vez lo hice? Pues debí, debí antes de este nimio vacío rescatar la osadía y desarmar tus murallas, acribillar tus nudos y mutilar los míos. Desnudarnos, ves, tan simple. Pero ahora ya es tarde. Hasta puedo palparlo. Es un hueco diminuto entre mis pechos.