viernes, 8 de febrero de 2008

Contra los teléfonos




Le quedó sólo el tono pausado de su voz. La sorpresa que le causó aquella tarde, cuando después de meses rogaba, solapadamente, un último encuentro. No respondió a las expectativas. No se refugió en el rencor ni en la hostilidad. Se comportó como en el mejor de los casos. Hablaba, incluso, con un dejo de cariño (o con ese pasmo que no le permitió contestar de otra forma). Con ese sentimiento que hacía más de seis meses tuvo que aplacarncuando ella no sabía, cuando no estaba segura, cuando en medio de confusiones, tomó el bus que la alejaría para siempre.

Cuando decidió hacerlo estaba segura. Confiada, aunque siempre pensó en que si las cosas no se hubieran dado de ese modo amable, podría enfrentar mejor el desprecio que le lanzaba, certeramente, ahora. La llamada no fue incómoda, sí extraña, pero con esa rara estupefacción de lo que un día compartieron y, ahora, no les pertenece (algo que sintió con él, por primera vez, después de tanto tiempo).

Sonaba suave y ella resuelta (con esa fingida decisión con la que había aprendido a enfrentar la vida). Disimulaba los nervios con total entereza. Le cortó satisfecha, pues él se despidió prometiendo una llamada. Un encuentro.

Un encuentro al que no acudió y del que deshizo a través de un tercero. Ella, pasmada, escuchó la noticia. Aún recostada en su cama y con visiones borrosas sobre ese día que se venía demasiado largo. Sintió un nudo profundo en la garganta, en el estómago. Era el final que ya estaba escrito. Se sentó sobre su cama y pensó en su decisión de no verla, de no enfrentarla, de enterrar de una vez, y para siempre, todo lo que fue en un momento. De sacarla, de borrar el pasado, de olvidar que un día, la había conocido Así, tal cual ella, unos meses atrás.

Al recordar este episodio, sonrió. No le sorprendía. Miró las fotos, y entendió, sólo recién entendió que lo entendía.

4 comentarios:

Alejandro Gomez dijo...

A veces se entiende luego de que las cicatrices sanan, o al menos dejan de doler...

Saludos desde argentina

Xi dijo...

Conozco otra persona, a la que quiero grandemente, y que también está en contra de los teléfonos. Teme malas noticias, o buenas noticias que no tiene ganas de escuchar.

Tal vez tema un llamado que diga "estoy acá"... En fin, yo a ese fóbico lo quiero igual. Y a vos, tantísimo. Como sabes, como siempre, de ID a ID.

Yo alguna vez le temí a la mudez de los teléfonos. Y ahora que ando de osada por la red, no le tengo miedo a nada. Mientras no se pruebe lo contrario.

Te adora,

Tu Xi.

Anahí dijo...

hoy me crucé con Él, mi amor no correspondido, y me reprochó que ande sin celular (me lo robaron recientemente). No me llama jamás cuando sí tengo celular. ¿lo que extraña es el hecho de tener la posibilidad de llamarme y no hacerlo? por dios, que delirios paranoicos estoy teniendo! pero la verdad es que resulta un poco irónico...

Nuevo Ícaro dijo...

lo peor del movil es cuando no suena, las cicatrices que no dejan de sangrar, y los recuerdos que queman tu alma, esperan la llamada