viernes, 29 de febrero de 2008

Fe (de erratas)


(Te lo diré en voz baja, para que nadie se espante ni levante pancartas: Todavía creo. Es cierto, ya no arriesgo la sangre ni me lanzo contra los trenes convencida de que podré frenarlos antes de ver mis tripas en los rieles. Tampoco quintuplico la apuesta –y no es porque reniegue de mi vocación de perdedora- ni desato a mi guionista interno para que el pobre imbécil eche a andar sueños como tranvías. Más aún, aprieto con vehemencia su mordaza y lo amenazo con lanzarlo al pozo árido donde me revolqué aterida, aterrada, enmudecida cuando un relámpago de certezas me pulverizó. Incluso torturo a ese niño tímido y me burlo de sus fantasías pendejas, de su ingenuidad torpe y trasnochada. Y pese a eso, todavía creo. Creo que ahí, en un rinconcito que nadie más ve, que se esconde tras toneladas de mierda, hay un vestigio de ternura. Creo que la memoria no me hace trampas y que puedo garantizar que a segundos fuiste lo que yo vi: una tibieza temblando, una palabra sin armas, una dulzura sin culpas. Aunque el tiempo me contradiga y firme sentencias condenatorias, aunque esa pizca de fe al desnudo sea una resaca pobre de una imaginación enfermiza. Ya ves, qué idiota, yo todavía creo)

1 comentario:

Alejandro Gomez dijo...

Que jodido que es creer, tanto como vivir desconfiando...