lunes, 17 de marzo de 2008

Carta abierta a la ternura que extravié


Por fin logro dar contigo. Perdona que te lo diga tan sin tacto, pero me tienes podrida. He intentado todos los modos de diálogo existentes, te he buscado en los sitios posibles y los imposibles, te he proyectado a los objetos más estúpidos del planeta y no eres capaz de quedarte conmigo un poco de tiempo, de darme algo, de decir 'acá estoy, dejemos que esta pendeja me bese los labios'.

No sé en qué momento te traicioné, en qué momento decidiste tratarme a patadas, y hacer de mí una criatura equívoca, húmeda o enrabiada, de mí que fui un día un cascabel, un pez con alas, la chica más querida del hombre más bello del mundo. No sé qué te molestó de lo que me dabas, de lo que yo te daba, de cómo te contuve, te enarbolé y te defendí.

Sabes perfectamente que tú y yo anduvimos perdidas en un mismo cuerpo, que iluminamos el insomnio conversando y que nos paseamos enamoradas por el otoño, aunque el miedo nos sacara la lengua allá adelante. Sabes también que cuando vino el derrumbe yo te tomé la mano, incluso si tuve que soltar la de la alegría, y que nos quedamos enganchadas al borde del precipicio, solas las dos, mirándonos de frente, todavía íntimas, yo todavía queriendo morir contigo si era preciso. Nos caímos con las manos unidas y, lo sabes bien, puse mi cuerpo abajo para que, si sólo una de las dos quedaba, fueras tú.

Y luego, cuando no pude caminar porque me quebré cada hueso del alma, te pedí que me esperaras un poco, que me dieras una pequeña tregua, que no me dejaras, pero que me dieras el espacio necesario para caminar, porque contigo al hombro no podía. No sé qué entendiste, no sé qué encontraste más allá, pero me gustaría que me lo dijeras, porque de ahí en más, las pocas veces en que te encontré estuviste opaca, recelosa, francamente evasiva.

Eras lo único que me iba quedando. Te lo dije, se lo dije a todo el mundo, incluso a mi soledad. Ahora estás en todos los sitios menos en mí, y no llegas, y voy mendigándote un poco de lo que me dabas, nada más un poco, para no sentirme tan asfixiada de vacío, para no sentirme tan seca de muerte, para no perder la risa ni los ojos, para no asesinarme los pies de espinas.

Te he visto casi nada últimamente. Ya no eres mi amiga, hace demasiado que no te tomo la mano. No me salvaste la vida y no me importa haber muerto salvándote. Pero ahora, que acuno una sonrisa lactante, ahora que en mis sueños siempre hay agua, ahora que acá adentro me late una isla con sol, ahora te pido, de verdad te pido, que vengas más seguido de visita. Para no inventarte en los discos de Chet Baker. En el té sin azúcar. En las cortinas de mi casa que se caen a pedazos. Porque pesar de todo, quiero creer que estás ahí, esperando saltar sobre mí, o conmigo. A pesar de todo te convoco y te espero. Tengo una habitación con tu nombre; si quisieras dormir conmigo, tanto mejor.

Si no vas a volver, agarra y dímelo. O ven a buscar las fotos de ti que todavía guardo en el cajón.

ID escuchando Pupila de águila (Violeta Parra y Alberto Zapicán)

Y también:
Son desangrado (Silvio Rodríguez)
Yo vengo a ofrecer mi corazón (Fito Páez)
Dale alegría a mi corazón (Fito Páez)
Victims (Boy George)

5 comentarios:

Horacio dijo...

Me encanto me sentí muy identificado...

Igual hay que aceptar que algunas personas prefieren acordarse de lo malo para poder olvidar... y no recuerdan lo hermoso que era estar junto a uno...

Nuevo Ícaro dijo...

Un fantástico relato, muy intenso y lleno de emoción.

difusa dijo...

El relato fluye. Buenas connotaciones y sutilezas ...insinua lo justo y necesario.

Anónimo dijo...

Búscala, convócala, recurre a cualquier tipo de magia para encontrarla.
Los verdaderos encuentros, los cómplices, sólo se provocan desde la ternura porque nos devuelve a lo que, en esencia, somos.
Baila desnuda en las noches de luna, si hace falta...pero recupera la ternura.

Sergio Varela. dijo...

Hermoso y desgarrador, me duele al leerlo y lloro al recordarla.